Los gérmenes conviven con nosotros a diario

Según un estudio analizando más de 200 muestras de aire y material en las superficies como cinturones de seguridad de aviones o las bandejas de los asientos de 10 vueltos transcontinentales, el resultado ha despejado varios mitos. Los aviones siempre han tenido fama de incubar distintas enfermedades. A pesar de ello, este estudio ha demostrado que no es más peligroso un avión que una oficina o un hogar.

¿En qué consiste el estudio?

El trabajo del Instituto de Tecnología de Georgia y la Universidad de Emory, ha estudiado el microbioma, que es el conjunto de baterías ambientales, de los aviones. Se ha deducido que no es demasiado distinta de los que hay en casa y sitios de trabajo. Por ello, los turistas no tienen que sentir pánico en los aviones por las historias que escuchan sobre gérmenes en ellos.

Se debe asumir que los microbios se encuentran en todas partes y que un avión no es mejor ni peor que una oficina o un vagón de tren. Todos estos ambientes tienen microbiomas que se parecen porque los lugares los ocupan personas.

Por otro lado, hay más de 3.000 millones de pasajeros al año que viajan por aire. Se conoce que el papel de los viajes en la transmisión de pandemia es mínimo, puesto que solo se han documentado 24 casos de contagio en un avión.

El avión se desinfecta debidamente

Aunque las cabinas de los aviones son claros ejemplos de que existe un ambiente artificial en ellos, poseen rasgos singulares. Aire fresco, densidad alta de ocupación o exposición a la microbiota de la atmósfera alta son algunos de ellos. La mitad del aire de la cabina se recicla pasándolo por filtros, mientras que el otro, lo toma del exterior. Aunque cada aerolínea tiene un protocolo distinto, todas las superficies que tocan los pasajeros, las desinfectan tras el aterrizaje. Según los investigadores, la mayor parte de las bacterias provenían de la piel y la boca de las personas. El resto, eran bacterias ambientales generales.

A pesar de la singularidad de la cabina de los aviones en ambientes artificiales, los hallazgos son coherentes con diversos estudios del microbioma en otros ambientes también artificiales. En 4 o 5 horas que suele durar de media un vuelo en avión, no hay más riesgo que en el mismo tiempo que se pasa en la oficina.